«No hay un sustantivo único para describir a L’Huillier. Ella es un diagrama de Venn en continua superposición que consiste en ser artista, música, arquitecta, ingeniera, diseñadora sonora, investigadora y exploradora planetaria«.
Jameson Johnson, Boston Art Review.
Descríbenos tu práctica artística
Como artista e investigadora me he centrado en la exploración del sonido como material de construcción, como entidad envolvente, relacional y colectiva. Un material que puede ser entendido para la construcción tanto de experiencias espaciales como de identidad y agencia. Vivimos inmersos en un mundo de vibraciones que conectan, modelan y animan cuerpos materiales y universos inmateriales, llevándome a investigar la performatividad humana y no-humana y el entendimiento de una existencia trenzada por transducciones y resonancias.
Esta aventura me ha empujado a explorar distintos territorios y dimensiones que existen entre el arte, la ciencia, la arquitectura, el sonido, la escucha, la filosofía, la ciencia ficción, la ecología y otros híbridos disciplinares. Siempre buscando abrir más preguntas que encontrar respuestas, cuestionando convenciones y jerarquías perceptuales, explorando la posibilidad de nuevos imaginarios y la formulación de una ontología vibracional.
¿Cuáles son tus referentes artísticos más importantes y por qué?
Son tantos! Pero si tengo que mencionar a unos cuantos: siempre he encontrado fascinante el trabajo de Juan Downey y como construyó el concepto de arquitectura invisible por medio de la apropiación de dispositivos tecnológicos y la mediación de experiencias y realidades, así como sus metodologías de etnografía experimental.
Otra persona muy importante para mi es Pauline Oliveros que nos enseña acerca del «Deep Listening» o escucha profunda, entendiendo la escucha como activismo, por medio de sus partituras experimentales y meditaciones sonicas que invitan a un espontáneo emerger colectivo.
Además me gustaría mencionar que han sido centrales en mi trabajo el feminismo especulativo de Donna Haraway, la simbiogénesis de Lynn Margulis, la performatividad posthumana y realismo agencial de Karen Barad, el perspectivismo de Eduardo Vivieros de Castro, el Afrofuturismo y las aventuras intergalácticas de Sun Ra, el animismo y algunos ritos, sonoridades y resonancias de los Andes.
¿Cómo han influido en tus procesos creativos y en tus obras?
Es interesante como todos plantean cruces y multiplicidades, cosas que han sido esenciales para el desarrollo de mi obra y pensamiento. Desde distintas perspectivas se arma un diálogo que nos recuerda que somos parte de sistemas mayores, desde las partículas al cosmos y que la realidad es algo que está en constante dinamismo, expansión y no es lineal.
También nos recuerdan que los limites de las cosas son difusos, que las disciplinas son porosas y los binarios entre cultura y naturaleza, realidad y ficción, pasado y futuro, vida y no-vida, objeto y sujeto, entre otras, son ilusiones que vienen de constructos de sistemas rígidos y añejos que necesitan ser reformulados.
Para mi estos cruces y modelos híbridos han proporcionado una serie de herramientas para pensar desde el arte en relación a otras cosas, por ejemplo la ciencia y la filosofía, y que en esos encuentros y diálogos crezcan ideas que resuenan y conectan de manera única.